Quería responderle al señor Iván Gallo por el artículo este que anda dando vueltas en «Las Dos orillas» titulado” Me siento estafado por Lollapalooza» o algo así… pero resulta que no es la primera vez que el tipo hace algo así, y no solo con la música. Ya anteriormente la había emprendido contra Felipe Muñoz y Los Del Sur, en un trabajo que, como ya es tradicional en el, tiene mucho de insulto, mucho de chisme, pero poco, poquísimo o nulo valor investigativo. Tampoco creo que uno deba ponerle cuidado a un tipo que se llena la boca diciéndose a si mismo «verdadero conocedor de la música», y menos aún cuando muestra un claro ensañamiento con la música nacional escudándose en el insulto cobarde para disimular la falta de argumentos. Sin embargo, quiero aprovechar las palabras del señor Gallo para poner sobre la mesa mi opinión personal.
Cito del artículo: «Desde ya elevo mi voz indignada y declaro la muerte definitiva del rock-and-roll. Me imagino que la hipsterada debe estar feliz pero nosotros, la vieja guardia, que por pendejos nos comimos éste gancho ciego, protestamos. Ojalá hubiera un comité que velara por el buen gusto musical y pudiera proteger a los que todavía tenemos criterio, los viejitos anacrónicos que aún escuchamos a Pink Floyd y creemos que el último gran músico ha sido Jack White.»
Yo no creo que el Rock and Roll esté muerto, y si lo está, no es gracias a la modernidad, o a la música actual o a la «Hipsterada». Si el Rock And Roll está muerto (cosa que, de nuevo, yo no creo), es gracias a ese puñado de «viejitos anacrónicos», que por ser viejos creen tener la verdad absoluta acerca de lo que es o no es Rock. Ellos, que se creen moralmente superiores al resto, que creen que «tienen criterio» basados en el hecho de que escuchan música vieja y que por eso mismo son los dueños de la verdad. Y por favor, no me malinterpreten, yo también amo a Pink Floyd, y a Zeppelin, e idolatro a Eric Clapton y a Johnnie Cash, pero por mucho que me gusten, tengo que asumir que ellos ya fueron, y que como ellos no va a haber nadie, y lo que queda por hacer es honrarlos desde su legado, tomándolo, transgrediendo y llevándolo más lejos, porque en últimas, de eso se trata el Rock: de romper con lo establecido, de llevarlo más lejos, de transgredirlo, así eso implique de algún modo violentar las bases del Rock. Eso por un lado, y por otro, pues… si yo quiero escuchar una banda que suene a Pink Floyd, directamente voy a escuchar a Pink Floyd, no algo que suene a… Y creo que el principal error está ahí, en asumir que el Rock ya se hizo y ya fue, y que cualquier cosa que rompa con esos parámetros debe ser excluida y exiliada de los terrenos del Rock. Aparte de que es una actitud hasta costumbrista y cero rockandrolera, pero eso es tema para otro día.
También reza el artículo «‘Pagar 450 mil pesos por ver a Doctor Krápula es un robo. La ‘hipsterada’ debe estar feliz. Los verdaderos amantes de la música no’»
Y yo no creo que haga falta recordar que fue la misma «Hipsterada» la que trajo a NineInchNails, o a los Red Hot ChilliPeppers, o al mismísimo Jack White. También creo que es justo recordar que los carteles de Lolla Chile, Argentina y Estéreo Picnic en Bogotá fueron en esencia los mismos durante los últimos 3 años, y que Lolla Colombia comparte una gran parte del cartel (en la medida de lo que el presupuesto permite) con Lollapalooza Chicago así que ese tampoco es un reclamo justificado.
Estamos de acuerdo en que no es un cartel brillante, y tampoco es un cartel rockero, pero si es un cartel acorde a lo que está pasando en la música Mundial hoy, y en esa medida es de aplaudir que Lolla tome un riesgo como ese acá en Colombia, cuando hace 6 o 7 años nadie daba un peso por el mercado colombiano. Ahora, el cartel tampoco es un gran cartel, y sin embargo, de los artistas internacionales hay varios que pagan la boleta, pero, de nuevo, para los «viejitos anacrónicos con criterio» es obvio que todos son desconocidos, pero eso no es culpa ni de la Hipsterada, ni de Lolla ni de Estéreo Picnic. Nadie tiene la culpa de que estén 10 o 20 o 30 o 40 años atrasados con respecto a lo que está pasando en el mundo hoy. A mi, Lana Del Rey tampoco me agrada, pero eso no cambia el hecho de que estamos frente a un monstruo gigante de la música global, y valoro el hecho de que venga, porque así como Maiden vino en 2009 y dejó la puerta abierta para que un montón de bandas llegaran al país, la llegada de Lana Del Rey, o de WizKhalifa o de Disclosure, va a dejar abiertas las puertas para una eventual venida de Eminem, o de U2 o de AC/DC porque esto, más allá de los gustos personales, sirve para demostrar (más bien, para confirmar) que el mercado colombiano es un mercado que consume música, que no se trata de un mercado de nicho, sino de un mercado masivo, y por ende rentable para cualquier artista que desee venir.
Dice también el señor Gallo (y vuelvo a citar textualmente): «Lo que más me indigna es ver en el cartel aparezca, de sexto, Bomba Stereo. ¿Qué es esa vaina? Yo he visto más de cinco veces a este grupo y gratis y, la verdad, ya me tienen mamado. Y qué me dice que me empaquen a los hípsters esos insulsos de Monsieur Periné y los de Esteman. Qué falta de respeto con los espectadores, los que empezamos a ver estos festivales cuando invitaban a bandas de verdad como Metallica.
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La frutilla del postre, sin duda, fue la inclusión de los barras bravas esos de Doctor Krápula, o crápula o como se escribe. Hay especialistas musicales que afirman que esta bandita resucitó el Ska y que hacen muchas obras sociales y todo eso. Pero yo no pagué casi medio millón de pesos para ver estos rellenos.»
Y acá no quiero entrar a hacer defensa de ninguno de esos nombres en particular, porque me parece que el lenguaje utilizado por el señor Gallo es infantil y pobre en argumentos, y aunque creo que ese insulto cobarde lastima y desorienta al lector, y no debería tener cabida en esta discusión, no es de lo que quiero hablar.
Hace 10 años, tal vez, cuando yo fui a mi primer concierto (El Kraken Filarmónico en el León de Greiff), se logró un hito: una banda de Rock Colombiana lograba agotar toda la boletería de uno de los auditorios más importantes del país 2 o 3 fechas consecutivas, y sin embargo estábamos hablando de Kraken, un monstruo de mil cabezas que a la época ya llevaba 20 años dando lidia en la escena nacional, una verdadera institución del Rock Colombiano, tan grandes como sólo ellos podían ser (y son), pero para las bandas de la época, la cosa estaba un poco más cuesta arriba, y muchas bandas que hoy se merecen un sitial en lo más alto de la historia del Rock Colombiano, quedaron relegadas a ser bandas de culto, sin apoyo de los medios, sin apoyo del público… Sin embargo, hoy, y gracias a muchas de esas bandas (incluyendo a Doctor Krapula, por ahí derecho), se logró abrir una puerta por la que un sinnúmero de artistas se lograron colar, y hoy podemos hablar con orgullo de premios Grammy (anglos y latinos), de giras internacionales, de teatros llenos y con boleterías agotadas ¡Y todo desde la independencia!… Y esto no solo tiene que ver con los Bomba Estéreo, o con los Doctor Krapula, o los Esteman o los Monsieur Periné. Esto también toca a los Diamante Eléctrico, a Los PetitFellas, a los FatsO, a los Telebit, a los Salt Cathedral… es decir, hoy la música independiente colombiana está viviendo su mejor momento desde siempre. Colombia se volvió un hervidero de propuestas nuevas, de sonidos interesantes, no solo ligados al Rock, sino también al pop, y a la electrónica, y al Hip Hop, y querer reducir todo eso a que los artistas colombianos son «bandas de relleno», más que un error es una cagada monumental, que denota, primero falta de investigación sobre lo que se critica, y segundo, una falta de criterio y de seriedad enorme. Y nadie está obligado a saber acerca de temas que no le interesan, pero si vas a escribir para criticar, lo mínimo que puedes hacer, es enterarte de qué carajos estás hablando.
Por: Frank OD @Frank.OD
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